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El amor inadecuado

 

El amor es el amor. Es desear el bien al prójimo sin esperar nada a cambio. Los seres humanos llegamos al mundo con una exquisita e innata capacidad de amar. Apenas nacidos, sólo precisamos obtener un nivel de confort suficiente en brazos de nuestra madre para derrochar gracia y felicidad. De hecho, los bebes crecemos extasiados de amor hacia nuestra madre. Luego, si hemos obtenido suficiente amparo, simplemente amaremos. Quizás hemos olvidado la dimensión de esos amores que brotaron como ríos caudalosos durante nuestra niñez. Amor hacia una persona iluminada, un maestro, un amigo. Amor hacia una mirada perdida. Amor por un sueño loco. Amor sin fronteras, sin edad, sin límites. Amor porque estábamos vivos. Amor misterioso y con frecuencia prohibido.

¿Quién ha decretado el amor prohibido? ¿Cuándo se dictaron las reglas que dividieron el buen amor del otro? ¿fue la edad? ¿fue el color? ¿fue el dinero? ¿fue la pertenencia? ¿fue la moral? ¿Fue el miedo? Paradójicamente, el amor aparece para atraer irresistiblemente hacia nuestro campo de percepción,  aquello que es distinto y distante. El amor se manifiesta en la diferencia. Cuanto más desigual es el otro, más fuerte se lo ama. Justamente por eso, no hay argumentación para el amor inadecuado. El amor inconveniente suele ser un amor verdadero. Un amor que quema desde las entrañas. Un amor al que no le importan nada las opiniones bienintencionadas.

 

Laura Gutman

escrito para la película “El amor a veces” de Eduardo Milewicz